Desconfiando de Apple

Un precioso diseño en aluminio. Un portátil potente. Una carcasa casi a prueba de golpes (lo aseguro desde que me caí un día lluvioso y el portátil tiene una abolladura en una esquina que lo atestigua). Un grado de satisfacción personal elevado... Todo esto para que una tarde, encienda mi MacBook Pro y me encuentre con que no tengo Wifi. Por arte de birlivirloque. Como si nada. Porque él lo vale. Así, sin más.

El sistema operativo "perfecto". El "destroyer" de Windows. El que no tiene pantallazos azules. El niño "mimado" (¿o ya no lo es?) de Apple, me dejó tirado un domingo por la tarde sin saber qué hacer. Un montón de dinero incapaz de conectarse a la red porque la tarjeta Wifi se ha ido de vacaciones. Y no era la primera vez. Ya tuve que acudir a Apple porque le pasó lo mismo.

No, no penséis que es viejo. Mi portátil tiene año y medio de vida. Actualizado al MacOS X Mountain Lion. Instaladas todas las actualizaciones y sin programas "piratas".

Menos mal que me quedaba la inestimable ayuda de usuarios que han sufrido las ganas de vacaciones de sus tarjetas wifi en sus portátiles. Y qué decir de San Google... Finalmente, y tras verdaderas acrobacias digitales (léase poner los dedos en cinco teclas a la vez) , la tarjeta Wifi decidió volver a casa, a su hábitat natural.

¿Y qué me queda de todo esto? Una desconfianza grande en Apple y sus máquinas. Un pensar: Mañana cuando lo encienda, ¿estará de vacaciones mi Wifi o me ayudará en mi trabajo? Porque lo peor que le puede pasar a un usuario es desconfiar de sus herramientas principales de trabajo. Y eso es lo que Apple ha provocado en mí.